El miedo ha emergido como una constante silenciosa en el mundo empresarial. No como debilidad, sino como un reflejo del contexto desafiante en el que operan las organizaciones. El más reciente estudio publicado por la consultora RSM en España, titulado “R sin miedo”, ofrece una mirada profunda sobre este fenómeno: el 80 % de los líderes encuestados asegura sentir temor en su ejercicio profesional, con una puntuación promedio de 5,2 sobre 10.
El informe, elaborado a partir de más de 2.200 encuestas a distintos perfiles de empresas, de las cuales 460 fueron a empresarios, identifica los diez principales miedos que condicionan las decisiones, estrategias y comportamientos en la cima de las organizaciones.
La desaceleración económica es la principal preocupación de los empresarios españoles. Afectados por una economía global en tensión, la inflación, los conflictos geopolíticos y los cambios en el consumo, los directivos temen que sus planes estratégicos se vean desbordados por fuerzas externas.
Más que una reacción ante una crisis inminente, se trata de una inquietud estructural: cómo liderar en un entorno donde las certezas desaparecen.
La inteligencia artificial y el avance tecnológico ocupan el segundo lugar del ranking. La transformación digital se acelera, pero no todos los líderes se sienten preparados para gestionar sus implicancias. El temor no solo recae en la obsolescencia de procesos o modelos de negocio, sino también en el posible desalineamiento con los equipos humanos, la cultura interna y la regulación.
El desafío está en integrar tecnología sin perder el rumbo estratégico ni el valor humano.
La retención del talento clave se ha convertido en un factor de riesgo. La movilidad laboral, las nuevas generaciones con expectativas diferentes, y la presión por ofrecer beneficios más flexibles están empujando a las empresas a repensar sus políticas internas.
Perder a los mejores ya no es solo una pérdida de productividad: es un golpe a la sostenibilidad del negocio.
El cuarto lugar en el ranking lo ocupa la sobrecarga de trabajo. Muchos líderes declaran sentirse agotados, con escaso margen para la reflexión y la innovación. Este exceso de tareas genera una cascada que afecta tanto la salud de los líderes como el clima general de sus equipos.
Gestionar los recursos de forma más estratégica se vuelve clave para evitar el burnout colectivo.
La falta de confianza al delegar sigue siendo una traba en los niveles ejecutivos. Este miedo, más emocional que técnico, limita la agilidad organizacional y concentra la toma de decisiones en pocas manos, con riesgos asociados.
Fomentar el liderazgo compartido y la autonomía interna es una vía para desbloquear este punto crítico.
El informe también revela otras preocupaciones relevantes:
Estos miedos no solo describen preocupaciones individuales, sino que evidencian aspectos estructurales de la cultura organizacional contemporánea.
Para enriquecer el análisis, RSM incluyó un experimento de realidad virtual con tres líderes empresariales. Se enfrentaron a simulaciones de momentos clave como transitar de empleado a jefe, asumir decisiones en soledad y liderar en la incertidumbre.
El ejercicio reveló cómo el miedo influye en la forma de liderar, muchas veces limitando la acción o reforzando patrones de control. Identificar estas emociones, afirman los autores del estudio, es el primer paso para gestionarlas de forma constructiva.
El estudio también compara los niveles de miedo entre empresarios y empleados. Si bien los trabajadores reportan una media menor (4,1/10), sus temores se centran en temas como la pérdida del empleo, el error profesional o la sobreexigencia. Paradójicamente, la inteligencia artificial figura en el último lugar de sus inquietudes.
Este contraste sugiere una brecha de percepción entre las capas organizativas que podría afectar la efectividad de las políticas internas si no se aborda con diálogo y empatía.
En un entorno cada vez más complejo, el miedo no desaparecerá. Pero sí puede dejar de ser un freno si se convierte en un insumo estratégico. Comprenderlo, hablar de él y diseñar sistemas de gestión que lo integren permite pasar de la reacción a la anticipación.
Las organizaciones que logren identificar estos factores emocionales y traducirlos en cultura, procesos y liderazgo consciente, estarán mejor preparadas para afrontar la próxima ola de cambios. Porque liderar en 2025 ya no es solo cuestión de visión: también es cuestión de coraje emocional.
Fuente: CincoDías
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